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El emocionante testimonio de un cura orionista que fue ordenado por el Papa

Por Facundo Mela, fdp

La tarde del 13 de marzo de 2013 quedó profundamente grabada en mi memoria: un mensaje de texto me avisaba que salía humo blanco del Vaticano. Con gran expectativa fui delante del televisor para ver quién había sido elegido como el nuevo sucesor de Pedro. Cuando el cardenal francés Jean Lous Tauran anunció el nombre del nuevo Papa tardé unos segundos en reaccionar… ¿Quién es el nuevo Pontífice? Hasta que, ayudado por los titulares de la televisión, supe que era el Cardenal Bergoglio.


En ese momento me embargó una gran alegría y emoción; me costaba creer que el nuevo Papa era Jorge Mario Bergoglio que, siendo Arzobispo de Buenos Aires, me había ordenado sacerdote unos años atrás. Miles de recuerdos inundaron mi mente y mi corazón: mi ordenación, la charla previa a la ceremonia, el emotivo encuentro entre él y mi papá (quien le beso las manos al Cardenal), sus gestos y sus palabras.


La ceremonia fue breve y muy sencilla, fiel a su estilo llano y directo. Habló poco, pero profundo y directo, sin medias tintas. Recuerdo vivamente aún tres frases: “no te olvides de rezar como te enseñaron tus padres”, mirándome fijo a los ojos; “si vas a equivocarte, que sea siendo misericordioso, y no al revés”, palabras que cobraron mucho significado en el jubileo de la Misericordia; y la que resuena aun más fuerte en mi corazón: “así como el autor de la carta a los hebreos describe a Cristo: fiel y misericordioso, sé vos, sé un sacerdote fiel y misericordioso”.


Estos dos adjetivos signaron mi ministerio a modo de lema e ideal. Pero no sólo eso, me ayudaron y sostuvieron especialmente en momentos de duda y miedo, cuando la cruz se hizo pesada. Recordar las palabras del cardenal: “fiel y misericordioso”, era recordar que, a pesar de todo, debía seguir adelante, amando cada vez más a Dios y a los pobres, siendo más comprensivo ante la debilidad de mis hermanos.


Los años han pasado y aún me produce asombro pensar que el Papa Francisco, entonces cardenal Bergoglio, fue quien impuso sus manos para consagrarme sacerdote.


Desde ese imborrable 13 de marzo, el recuerdo de mi ordenación tiene un plus, una gracia: ¡fui consagrado por Francisco!, lo cual me impulsa a vivir mi vida religiosa como hijo de Don Orione más unido al Papa y a su ministerio.



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