No faltan los chistosos que al matrimonio lo llaman “matricidio” (en realidad el matricidio es el delito de matar a la propia madre) Con este calificativo se entiende que quien se casa es como un loco o un ingenuo que voluntariamente pierde “la libertad de la soltería”. Esta la cambiaría por algo equivalente a un suicidio, de aquí la expresión matri-cidio.
En lo personal, acepto la expresión “matricidio” si con ella se entiende que el matrimonio implica “morir” (en el sentido de renunciar) a cosas que son incompatibles con ese estado de vida libremente elegido y en el que tantas personas han encontrado la felicidad y el amor.
Jesús habla sobre el matrimonio en el Evangelio de este domingo. Unos fariseos le preguntan si es lícito a un hombre divorciarse de su mujer. La intención de estos fariseos no era saber lo que Jesús pensaba sobre el tema, su maliciosa intención era sorprenderlo diciendo algo que lo perjudicara a sí mismo y así tener pruebas para arrestarlo y condenarlo. En efecto, si Jesús respondía que es lícito el divorcio se ponía en contra de lo que afirmaba el libro del Génesis: “el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne” (Gen 2,24) y si Jesús decía que no es lícito el divorcio se ponía en contra de la ley judía que venía del tiempo de Moises y que permitía el divorcio. Jesús explica el porqué Moises tuvo que permitir el divorcio en algunos casos, y toma decidido partido por el designio de Dios que viene desde el principio: “Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mc 10,9).
Independientemente de la cuestión del divorcio, me parece muy importante que consideremos que el matrimonio es propiamente una vocación. Es decir, hay un proyecto divino de amor y salvación tras el llamado a este estado de vida. Por tal motivo, cuando dos personas deciden contraer el sagrado vínculo nunca esto debiera hacerse a la ligera, pues es una decisión que compromete toda la vida.
A continuación, te menciono algunos indicadores para saber si estás siendo llamado a la vida matrimonial. En los comentarios puedes agregar otros aspectos que pienses son importantes de ser considerados:
Amas a tu pareja, como Cristo amó a su esposa la Iglesia, de tal manera que estás dispuesto a dar la vida por el/ella si fuese necesario.
Estás dispuesto a vivir en el amor y la fidelidad hasta que la muerte los separe.
Deseas vivamente ser fecundo/a y tener los hijos/as que Dios quiera enviarles.
Sientes que podrás "morir" a tus intereses personales en la medida que no estén en coherencia con el bien mayor de la familia que deseas formar.
Sin lugar a dudas, la vocación al matrimonio no es fácil. Sin embargo, quien decide responsablemente seguir este llamado cuenta con la gracia de Dios que es capaz de hacer posible lo que parece imposible. Y si Él te está llamando a este estado de vida te dará todo lo que necesitas para ser feliz a pesar de las dificultades que podrán ir apareciendo.
Como siempre te dejo el texto del Evangelio de este domingo y algunas preguntas para meditar:
¿En qué estado de vida me imagino en 10 o 20 años más?
¿A la hora de pensar en mi vocación considero responsablemente los derechos y deberes de cada estado de vida?
¿En qué aspectos concretos me llama Jesús a crecer para prepararme a seguir mi vocación?
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 2-16
Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?”
Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?”
Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella”.
Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, “Dios los hizo varón y mujer”. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne”. De manera que ya no son dos, “sino una sola carne”. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
Él les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio”.
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo:
“Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
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